Ahora que ya sabemos la palabra que marcó este año como la mujer más influyente del 2016 o el hombre que sobresalió. Falta saber la fotografía, la canción, la noticia, el deporte, el libro, el fenómeno atmosférico, la película, la obra de arte, el rincón de la naturaleza, el oficio, la ciudad más turística y tantos elementos y realidades que destacaron este año. Tranquilos, la estadística con su oportuna encuesta nos lo dará. Es la ciencia, junto con la física y la química, más presente en nuestras vidas.
Desmarquémonos en la unicidad de estos balances y pensemos en las sensaciones de este año que está llegando a su meta ¿Qué sabor os deja este 2016? Seguramente la gran mayoría sacamos un buen aroma, un gustillo dulce porque los humanos tendemos a sacar balances positivos; bien porque no queremos mostrar a la luz nuestras frustaciones o deseos no cumplidos o bien porque queremos consolarnos en que las cosas siempre pueden ir a peor.
Mis sensaciones de este año han sido feas, desagradables y vergonzosas debido a la impresión de ver delante de los ojos como eres engañada y defraudada por aquellos en los que depositaste una parte de tu confianza. Comportamientos que te asquean, gestos que no logras comprender y palabras que encierran falacias golpean en tu persona. Tanto que en estos 366 días te replanteas muchas de las convicciones que creías tener. El hartazgo y el cansancio de los mismos aceleran ese replantamiento hasta que un día algo en tu cabeza se mueve, no sabes qué es, o sí lo sabes pero no logras explicarlo y tu actitud forjada durante muchos años, que ha estado latente o sólo expresada verbalmente renace.
Como soy tan humana, la lectura de este año es positiva y la palabra que me ha arrullado este año es "importancia". Sí, dar importancia a lo que realmente nos conviene o tiene entidad en nuestras vidas es el balance de mi 2016, como el alejarnos de ese runrún que ensucia, confunde y sólo pretende humanos malhumorados que alimenten sus dosis de "importancia".
Importancia, mi palabra del 2016.
