sábado, 1 de julio de 2017

el poyo indiscreto

En estas tardes noches estivales me siento como el personaje de James Stewart en la ventana indiscreta, pero salvando muchísimo las distancias. En mi caso no hay ventana de por medio, sino un pequeño balcón que me ofrece un poyo de ladrillo donde me siento a ver lo que ocurre en la plazoleta. Y sin cámaras por medio, mis ojos observan lo que pasa a mi alrededor.
Suelen ser los mismos personajes los que ocupan los bancos que pueblan el espacio público, como sus conversaciones y silencios. Casi parece una obra de teatro donde cada uno sabe que banco debe de ocupar y hasta en que lado del mismo sentarse.
Pero es un hombre de mediana edad el que llama mi atención. Todas las tardes se acerca a la misma hora a la plazoleta, sentándose en el mismo banco que los demás, por costumbre, le han dejado libre. 
En su mano izquierda un cigarrillo se consume lentamente mientras su mano derecha navega a través del teléfono. Piernas cruzadas. Sin levantar la vista del móvil los minutos van pasando. Escribe poco. Imperturbable a lo que pasa a su alrededor, los demás actores van saliendo de la escena pero él sigue ahí. Inamovible. Aparecen nuevos actores. Otro cigarrillo. Lo consume. Apaga el teléfono. Se va.
Mañana el mismo guión. 
Sí, hay mucha distancia con la película de Hitchcock. Es una plazoleta muy corriente, sin emociones ni alteraciones. Pero el poyo da para mucha imaginación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario