Llevo días haciendo limpieza de "recuerdos" recogidos en trozos de papel, diarios y cuartillas con distintas reflexiones y vivencias de unos años ya pasados. O dicho de otra manera, he tirado al contenedor del papel todos los cuadernos y agendas donde recogía mi día a día en ciudades donde guardo gratos recuerdos; anécdotas agradables como tristes realidades; impresiones de unos años donde la pluma y el papel fueron testigos de esos momentos.
Releyendo esos dietarios uno se da cuenta de como la subjetividad, el momento en que uno se encuentra y las múltiples sensibilidades, juegan mucho en la descripción de las situaciones vividas. Tanto que ciertas expresiones suenan ñoñas, sensibleras y cursis en el momento actual pero cuando se dio la situación era las palabras u oraciones que más se aproximaban a lo que se sentía o padecía. E incluso esas situaciones surgidas no fueron ni tan dramáticas ni tan maravillosas a como fueron en realidad.
Sí, está bien leernos y saber de nuestras "ingenuidades" y "ñoñerías" de etapas pasadas. Con qué mirada inocente observábamos lo que nos rodeaba y con que libertad hablábamos de nuestros sentimientos y emociones.
He viajado en estos días al pasado para mirar con ojos más serenos, curtidos y luminosos lo que el futuro nos regala. El papel guarda muchas palabras que con el tiempo mueren ya que reflejan ideales, esperanzas y deseos. Guardemos con celo y en el corazón las alegrías experimentadas, las lecciones aprendidas y los momentos imperecederos. El papel a veces sólo ocupa espacio, como en este caso.
Adiós martes estival; caluroso, vivo y fogoso.
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