lunes, 21 de marzo de 2016

#poesía

Que don tienen los poetas que algunos inmortales quisiéramos tener para hilar sílabas, siguiendo un orden, una métrica. Tejer liras, redondillas y coplas. 
Escuchaba en la radio hace unas semanas que sólo leían poesía tres mil personas en España. Un número ínfimo pero seguro que de calidad. 
No me parece fácil su lectura, pero cuando tengo entre mis manos un poema que me conmueve, que me sonríe y me habla me siento una afortunada. 
Tal vez pida mucho a su lectura y simplemente me tenga que dejar llevar entre su verbo, rima y melodía. La poesía es todo y nada tiene la poesía sino la palpamos con el alma, la tocamos con nuestros ojos pero es la voz su medio de locomoción. 

Aunque no estoy entre los tres mil, de vez en cuando me sumerjo entre sus sus versos e intento sacar el poeta que llevo dentro.


EL OFICIO DEL POETA

Contemplar las palabras
sobre el papel escritas,
medirlas, sopesar
su cuerpo en el conjunto
del poema, y después,
igual que un artesano, 
separarse a mirar
cómo la luz emerge
de la sutil textura.

Así es el viejo oficio
del poeta, que comienza 
en la idea, en el soplo
sobre el polvo infinito
de la memoria, sobre
la experiencia vivida
la historia, los deseos,
las pasiones del hombre.

La materia del canto
nos lo ha ofrecido el pueblo
con su voz. Devolvamos
las palabras reunidas
a su auténtico dueño.
              José Agustín Goytisolo

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