jueves, 26 de enero de 2017

cuidar la palabra

Hace unas semanas me agradecieron un mensaje haciendo hincapié al cuidado que mostraba en mis respuestas. Me dejó un poco extrañada porque no sé que hay de meritorio que alguien cuide las palabras cuando entabla una conversación con una persona, y en ese intercambio de posiciones, seguramente que distintas, no utilice el improperio o mofa, ni distorsione el discurso sacando a relucir a la familia, terminando el "soliloquio" con clichés o tópicos. 
Tengo bastante consideración y respeto al que se atreve a deliberar, razonar o buscar soluciones e incluso a dialogar o contar vivencias. Siento admiración al que con las palabras puede rebatirte una idea o incluso invitarte a cambiar tu postura o actitud equivocada. Me sonrío cuando escucho un "insultologio" sutil, apropiado y sabio. Aprendo escuchando a los que utilizan la palabra para pensar en asertivo, bromear con inteligencia y utilizar el sentido del humor con elegancia.

Creo que me extrañó porque considero que es "de educación" el cuidado no solo de lo material sino de lo inmaterial, de aquello que no se toca, como es la palabra en este caso.
El cuidado de las frases que emitimos; de las opiniones que expresamos; de los comentarios que escribimos en las redes sociales; de los mensajes que enviamos; de lo que proyectamos en nuestro día a día, me parece fundamental.

Ese cuidado que desde muy joven llevo practicando, se ha convertido en educación y algo intrínseco en mi personalidad. Sí, cuido mis respuestas, mis pensamientos y mis opiniones y no me salen gratis, merecen su tiempo, esfuerzo y dedicación. 
Lo contrario, lo fácil, es soltar lo primero que pasa por la cabeza y eso sí sale gratis.

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